Nuevas demandas, nuevas expectativas
Originalmente un medio de supervivencia, la comida, donde es abundante, se ha convertido en un marcador de identidad, una fuente de confort emocional, un contribuyente del calentamiento global e, incluso, una sustancia adictiva, en muchas ocasiones perjudicial.
Todas las tendencias sociales apuntan en la dirección de una mayor diversidad alimentaria.
Un informe de Accenture indica que las expectativas relativas a la salud constituyen el santo grial de los consumidores, que están dispuestos a pagar más por alimentos más sanos, de la misma manera que se encuentran preparados para abonar más dinero por productos con ingredientes más transparentes y sostenibles.
Así pues, ¿qué encontraremos en nuestros platos dentro de diez años?, ¿más o menos lo mismo que comemos en la actualidad?, ¿o es posible que consigamos nuestros macronutrientes de alimentos nutritivos y sostenibles a partir de microorganismos? Quedan muchas preguntas por responder. ¿Llegará un día en el que tengamos antojo de una comida Food X.0 de igual manera que antes deseábamos tener una cena familiar?, ¿o seguiremos apegados a nuestra herencia culinaria, usando ingredientes cultivados, procesados y distribuidos de modo más eficiente?
Una cosa parece clara: la cuantificación, la digitalización y la integración de cada paso a lo largo de la cadena alimentaria continuará acelerándose. Al mismo tiempo, las nuevas tendencias como la nutrigenómica y la nutrición personalizada, la “carne” artificial y los insectos comestibles aparecen en el horizonte.
Desde la plantación al plato – y en fábricas, laboratorios y tiendas – el Internet of Food ya ha dado la vuelta a múltiples prácticas establecidas hace tiempo. Y podemos decir tranquilamente que muchos más cambios están por llegar.